miércoles, 25 de diciembre de 2019

Consagrado a la limpieza de su pueblo, Pedro Hernández Rodríguez, Pedrito

Consagrado a la limpieza de su pueblo, Pedro Hernández Rodríguez, Pedrito


Celestino Celso Hernández


            Es posible que haya sido fruto de una casualidad que nuestro protagonista acabase consagrándose a la limpieza de su pueblo, pero al mismo tiempo, y por cómo ha venido ejerciendo su oficio, de modo intachable, da la impresión que ese era el destino que tenía marcado en la hoja de su vida. Llegar hasta donde se encuentra ahora, en pleno dominio de cada metro cuadrado de las calles de su villa, no ha sido nada sencillo. Y las dificultades comenzaron, prácticamente, desde el primer día en el que vino a este mundo.


            Nuestro protagonista nació un día 30 de enero, del año del famoso Mayo francés, 1968, de las revueltas de los estudiantes parisinos, del cambio de imagen e inicio de la liberación sexual de la mujer, de la generación de la “beatlemanía”, del movimiento hippie, muy ajeno él y sus paisanos de todas estas cuestiones, aunque de esta última ha acabado, en verdad, sabiendo algo, por tenerla de cerca, en su propio pueblo, aunque con otros protagonistas y otros modos de ejercer esa vida, identificada como de hippies.

Fotografía con Pedro Hernández Rodríguez, Pedrito, en la Plaza Baltasar Martín. Verano de 2019

            Los avatares en torno a la existencia de nuestro protagonista, Pedro Hernández Rodríguez, para las gentes de su pueblo Pedrito, se desarrollaron desde los primeros días de su existencia. No de otro modo se puede decir de dónde y cómo se produjo el alumbramiento de su madre, pues Pedrito nació en plena carretera, cuando lo llevaban camino del Hospital, en Santa Cruz de La Palma. Nos dice tener el convencimiento que se produjo por el camino de Puntagorda, en la carretera antigua, y en el interior de un furgón Ford, de Teodoro, el cojo de Las Llanadas de Llano Negro. La casa de sus padres, Pedro Hernández Díaz y Dulce Rodríguez Rodríguez, se encontraba por el callejón, en donde vivían las viejas “caqueras” y también Indalecio y su madre, Epifania. La familia quedó formada por seis hermanos, fruto de dos enlaces matrimoniales, que tuvo su padre, dos hijos con la primera mujer y cuatro más con la segunda, siendo mayoría sus hermanas. De sus primeros pasos en la Escuela del pueblo recuerda a los maestros don Miguel y doña Ana, y que estuvo escolarizado hasta primero, pues muy pronto murió su madre. Y de compañeros de escuela nos cita a Manolito, hijo de Manolo, Manuel, el guanche, el chico de Isidoro, Jorge, que se murió, el hermano y Laureano.
            Pedrito se ve huérfano de madre a los nueve años de edad. El cura del pueblo, don Pablo Álvarez Bravo, que ha dejado un excelente recuerdo e imborrable amistad, entre las gentes de esta villa, se preocupó por su situación, buscándole acogida en un internado, que se encontraba en Las Palmas de Gran Canaria. Hemos tenido oportunidad nosotros, en la actualidad, de desplazarnos hasta ese lugar, en el que estuvo internado Pedrito, comprobando cómo se encuentra fuera de servicio e incluso abandonado. Se trata de una amplia parcela, con varias edificaciones en su interior, una de ellas destacada, entre la Avenida de Amurga y el Paseo Blas Cabrera Felipe “Fisico”, en la salida sur de la ciudad de Las Palmas, por arriba de San Cristóbal, muy cerca de la línea costera. Su denominación era la de “Casa del Niño”, algo más al sur y por detrás del Hospital Insular y el Hospital Materno Infantil. Pedrito recuerda aún que quedaba cerca al barrio de Zárate, y más arriba y al interior San Juan de Dios y por el norte Casablanca. En el internado Pedrito comenzó pronto a prestar servicios, no sólo a figurar como interno, ayudando a las monjas y también al maestro, al que incluso llegó a sustituir, encargándose de la escuela, cuando aquél se iba para una finca que tenía.

Casa del Niño, en la que estuvo Pedrito, en Las Palmas de Gran Canaria

   De ese modo iban transcurriendo los días, hasta que llegó un momento, con motivo de haber tenido permiso de vacaciones, para venir de visita a su isla de La Palma, en el que todo cambió. Pedrito, cuando llegó el momento de retornar al internado en Las Palmas, y estando ya en el aeropuerto de Mazo, para coger el avión, se trancó en un baño y se negó a salir. Intentó convencerlo su padre, en un primer momento, y luego incluso la Guardia Civil, que fue avisada, pero él ya había tomada la firme decisión de no volver a salir de su isla. En un primer momento el padre lo llevó al Hospital de Dolores, de Santa Cruz de La Palma, junto a donde se encontraban sus hermanas menores. De vuelta en su villa natal de Garafía, y para ayudar en la familia y ganarse el sustento, Pedrito se puso al pié con su padre, haciendo paredes en el Barranco de la Luz, que en los mapas aparece como Barranco de los Sables, para aprovechar pequeños canteros, en los que sembrar algo que cosechar, como las papas. También subía hasta San Antonio, a recoger tagasaste para las cabras, que no hay mejor forraje para ellas como ese. E incluso le acompañaba en acciones comunitarias, que su padre también emprendía, en beneficio de los vecinos, como arreglar el camino, para bajar a la playa de Bujaren, citada en los mapas como Callao de Bujarén, pero en verdad que es una playa, que yo la he visto y muy singular, aunque su acceso también puedo asegurar que no es precisamente fácil. Y estas acciones las remarca Pedrito, que me añade, con orgullo hacia su padre, que fue quien fundó la Cruz Roja de Garafía, y que acudía con una camilla, junto con otro compañero, a atender a personas, que lo necesitaban, en esos barrios y pagos de más atrás. Se refiere, nuestro protagonista, a Salvatierra, El Palmar, El Mudo, Juan Adalid y Don Pedro, lugares a los que sólo se podía llegar a pié, por el Camino Real, que aún se conserva en su práctica integridad, hoy convertido, por lances del destino, en una “joya” etnográfica.
No tardaría mucho en llegar un nuevo contratiempo a su vida, y aun siendo menor de edad. Su padre fallece en el Hospital de Dolores, de Santa Cruz de La Palma, justo al lado de la Casa Cuna, prevista para aquellos que no tenían madre. Pedrito se encontraba solo, hasta que nos dice que apareció Manolo, al que todos conocen como el Quíquere, y que él ahora recuerda con gratitud, ya que incluso le facilitó quedarse en su casa. Desde Santa Cruz de La Palma emprendieron camino de vuelta a Garafía, con el padre fallecido. Pedrito se desplazó en el coche de la funeraria, hasta la iglesia, en Santo Domingo, donde le hicieron la ceremonia fúnebre. Y de la iglesia al cementerio, para ir luego a almorzar en el Bar de Arquímedes, en la plaza del pueblo. Ahí pudo encontrase, aunque fuese en un momento triste y por unos instantes, con sus hermanos, un niño y cuatro niñas, que estaban con las monjas.
       Siendo alcalde de la villa Juan Crispo Perdomo Castro, ya Pedrito había comunicado que su padre no podía continuar con el trabajo, que prestaba como barrendero del pueblo. A ello le respondió el alcalde preguntándole si él lo quería seguir, ante lo que Pedrito decidió vender las cabras que tenía, a Teodoro, del Mudo, tío de Ricardo, y dar comienzo a su propia vida laboral. No era ni siquiera mayor de edad, cuando se incorporó al trabajo, en el año 1985, por lo que tuvo que hacer su primer contrato de modo interpuesto, actuando para ello Sor Josefa, que le consiguió el seguro, rezando como madre Nieves Teodosia, Nievitas Medina, la telefonista. Merece recordar a Sor Josefa, María Josefa Argote Argote (Sáseta, Burgos, 1932 – Garafía, 1995), que por su gran labor de asistencia a los vecinos figura entre sus personajes célebres, citada en la página del Ayuntamiento de Garafía, otorgándole éste el nombramiento de hija adoptiva de esta villa, a la que llegó en el año 1977. El también recordado y muy querido garafiano Ismaelín –Ismael Fernández Hernández (Garafía, 1955 – 1996)-, siendo concejal, y ya con Abilio como Alcalde –Antonio Abilio Reyes Medina (Garafía, 1955–2018)-, a partir de mayo de 1987, le arreglaron los papeles, para que Pedrito se convirtiera en empleado pleno del Ayuntamiento de Garafía, junto con Maruca Sosa, madre de Carlota, como limpiadora.

El Chorro de Santo Domingo, en donde también estuvo la Carnicería, y ahora Pedrito guarda sus enseres de limpieza

  Su jornada de trabajo se inicia, cada día, a las siete de la mañana, desde su domicilio en el Tocadero, por debajo casa Félix, Félix Papaito, que como es sabido en La Palma difícil es quien no lleve un apodo y que incluso sea conocido más por ese sobrenombre que por el de pila. A las ocho ya se pone en marcha y lo primero es recoger el equipamiento, que guarda junto al Chorro del pueblo y al lado de la antigua Farmacia de don Mario, el yerno de don Antonio el médico, que tenía su consulta a continuación de la farmacia, y en donde comienza la calle principal de Santo Domingo de Garafía, calle que lleva el nombre de uno de los más grandes garafianos de la historia, Anselmo Pérez de Brito (Juan Adalid, Garafía, 21-abril-1728;¿Santa Cruz de La Palma, 1-septiembre? 1772). El puesto base actual, de Pedrito, es el mismo que en otro tiempo ocupaba la Carnicería del pueblo, con la que ya tuvo que ver su padre, en su día. Allí recoge “vehículo”, para depositar la basura, y también las hojas de palma, que él mismo se encarga de cortar y de secar, proceso éste último que lleva a cabo en la huerta del cura, así conocida por ser propiedad de la parroquia de Nuestra Señora de la Luz, y por tanto de sus regidores, los sucesivos curas párrocos.
          A  lo largo de la mañana se va aplicando a su tarea, de manera exhaustiva, prologando el trabajo a lo largo de toda la tarde, si es necesario, incluso en la noche y la madrugada, hasta las dos de la madrugada dice que ha llegado a estar, para que esté todo limpio, según sus propias palabras, y añade: sino, qué. Pedrito es capaza de hacer frente a cualquier contratiempo, que se le presente, reconociendo que sus principales enemigos son el viento, que por este lugar abunda y a veces incluso con ímpetu, y la “llovicera” o “choricera”, que reconozco que no le entendí del todo bien, pero he comprobado que este último término, en Cuba y en lenguaje coloquial, significa caos, confusión. En suma, nos habla, y esto sí que se lo entendí de modo claro, del agua de la brisa, también conocida como “chipichipi”, término incorporado por la Real Academia, por su uso en México, Guatemala y Honduras, añadimos que también en la isla de La Palma, con el significado de llovizna. Aún así, Pedrito, como indicábamos, hace frente a lo que pueda surgir, incluso ante estos “enemigos” suyos, de modo que, si es el viento el que se ha presentado, espera a la tarde para dar otro pase, y si es el chipichipi, entonces espera a que escampe. Incluso saca una conclusión positiva de este esfuerzo añadido, indicándonos que dándole dos “pasones” tienes menos para el otro día. Pedrito es parte intrínseca de las calles de su pueblo, su presencia en ellas es casi permanente, de tal modo que hasta cuando Google realizó el fotografiado para su mapa de Santo Domingo de Garafía, en junio de 2011, como se puede ver en Street View, ahí tenemos a nuestro protagonista, con el escobillón y la pala en la mano.

Nuestro protagonista, Pedrito, con sus herramientas de trabajo, captado por google, en junio de 2011

 A lo largo de su amplia trayectoria, pues Pedrito está al alcance ya del tramo máximo de vida laboral, para la jubilación, que sin embargo aún ve lejana, se han presentado algunas situaciones excepcionales. Una de ellas, de la que tiene recuerdo preciso, fue la tormenta, denominada ‘Delta’, que desató su furia en toda Canarias, también en su pueblo, en la noche otoñal del 28 al 29 de noviembre del año 2005. Por citar algún detalle, de la furia desatada por esta tormenta, Pedrito nos cuenta que la marquesina, que está situada en la Parada de la Guagua, a la entrada del pueblo, la arrastró hasta la punta de la plaza. Calculamos, por nuestra cuenta, que puedan ser un par de cientos de metros. También nos señala cómo “envorcó” los bidones de basura en el Cercado de don Antonio, así conocido, por el médico que hubo en el pueblo, ya citado. Remata, Pedrito, asegurando que el ruido del viento parecía de truenos.
            Y de este modo y otros similares van transcurriendo los años de Pedrito, hasta que llegue su jubilación, para el año 2.033, momento en el que cumplirá los sesenta y cinco años, habiendo acumulado, para entonces, una vida laboral de cuarenta y ocho años trabajados y cotizados. Hasta llegar a esa fecha, cada mes de agosto Pedrito tiene su mes de descanso, incluso va sumando días de asuntos propios, que en el sector de la administración conocen por “moscosos”. Sin embargo, él no suele utilizarlos, o aprovecharlos, como le corresponde, ya que los guarda, nos dice, por si acaso, pero al final casi nunca los utiliza, por lo que, con el final de cada año, pierde los que le correspondían. Durante su mes de vacaciones, de cada año, permanece en el pueblo, como de costumbre, eso sí, llevándose algún que otro disgusto, por ver cómo dejan la limpieza del pueblo, nada comparable con la que realiza él. Sin embargo, permanece callado y lo guarda para sus adentros, hasta que, finalizado agosto, Pedrito retoma los mandos de la limpieza y todo vuelve a estar en su sitio, de modo impecable. Por las mañanas no quiere perderse el café que le prepara, como nadie, su amiga Petra (Petruska Hauser), quien un día llegó a Garafía, junto con su compañero Jorge, checo como ella, para hacerse cargo de la Cafetería Bar Plaza, situada en la plaza principal del pueblo, que lleva el nombre del legendario héroe garafiano Baltasar Martín. Por las tardes, y sólo a veces, se echa una cervecita o dos, fuera de trabajo, porque nos adelanta, de inmediato: alcohólico no soy.
            Y como no todo puede ser trabajo en la vida, nuestro protagonista se daba alguna escapada a la costa, a la pesca. Recuerda una ocasión en la que asegura que eran seis pescadores, resultando él quien más pescado cogió, y que incluso cuando se le rompió la caña se la arreglaron con esparadrapo y siguió cogiendo pescado. Pedrito dice que tiraba a nylon muerto y que todo lo cogía dentro de la cueva. Asegura que fue en Las Puntas Muertas, por allá de Punta de Valiero, y que estaba con Paco, tu pariente, me señala, con Manuel, el guanche, Víctor, el hermano de Arquímides, y Casimiro. Nos dice que cogió unos veinte kilos, entre pargos y viejas, porque entonces había pescado. Fuera de lo habitual, alguna que otra escapada sí llega a darse, pero, desde hace ya tiempo, nunca fuera de la isla. Se acerca a Los Llanos y a Santa Cruz de La Palma, y con eso ya es suficiente. Le preguntamos si no se ha animado a acercarse a Las Palmas de Gran Canaria, en donde transcurrió una parte de su infancia, pero nos contesta, sin titubeos, que no, y añade: ese clima me jodió a mí.
           Pedrito se ha implicado también en algunas acciones, junto con sus vecinos, para sacar adelante actos y celebraciones, de gran arraigo en la villa norteña. Hay que echar una mano, porque ya es muy poca la gente, que ha ido quedando, y si no se colabora y participa se acaban perdiendo esas costumbres ancestrales. Una de ellas, en la que nuestro protagonista interviene, es en el Auto de los Reyes Magos, uno de los más auténticos de Canarias, como así lo han indicado especialistas de estos temas, con una invitación incluso, en cierta ocasión, para representarlo en la Universidad de La Laguna. Da la casualidad que alguien de mi familia, mi tío Celestino Hernández Perera, que fue cura párroco de Garafía, desde el 8 de mayo de 1939 hasta el 22 de agosto de 1950, fue quien llevó hasta esta villa el libreto en el que se anotan todos los versos de que consta este Auto de los Reyes Magos. Yo mismo lo he podido comprobar, en el archivo de la parroquia, en Santo Domingo, escrito a mano, por mi tío, recogido por él, a su vez, y según las fuentes más fidedignas, de un sacerdote catalán, que estuvo destinado en Tejina, barrio lagunero, con parroquia propia, que es limítrofe con Tegueste, municipio de nacimiento de mi tío Celestino.

Casa de los Castros, Santo Domingo de Garafía, convertida en Castillo de Herodes, para el Auto de los Reyes Magos

            Volviendo a Pedrito y al Auto de los Reyes Magos de Garafía, el papel asignado a nuestro protagonista, y que él desempeña con entrega y esmero, es el de guardián, junto con Evelio, el Pardelo, en el Castillo de Herodes, papel que interpreta Pepe. El edificio elegido para hacer de castillo de Herodes no podía ser más apropiado, encontrándose, además, a muy pocos pasos de la Iglesia, a la entrada de la Plaza Baltasar Martín. Se trata de una casona colonial, de estilo más bien ecléctico, con incorporación de rejería en sus balcones, y múltiples huecos con amplios ventanales, reflejo de los nuevos materiales, hierro y cristal, sobre todo, aportados por la industria inglesa, e importados e incorporados en nuestras islas, con arribada incluso a un lugar alejado como era este pueblo. Conocida como Casa de los Castros, en su parte más alta, a modo de frontón curvo, constan unas iniciales y una fecha: JMPC 1924. Hacen alusión, la segunda de ellas, al año de construcción de esta destacada vivienda. Y las iniciales aluden a la persona que la construyó, José María Pérez Castro, también conocido por su apodo de “Gato Amarillo”, otro de los Personajes Célebres, como se dice en la página web del Ayuntamiento de Garafía. Indiano, enriquecido en Cuba, como otros garafianos, aunque no tanto como éste, desde luego, invirtieron sus ganancias en su tierra de origen, ayudando sobremanera a la economía local, tan necesitada, en el primer tercio del siglo XX, como volvería a suceder, tras la Guerra Civil, esta vez gracias a la emigración a Venezuela.
            La participación de nuestro Pedrito, en algunas actividades y celebraciones de la villa garafiana, se extienden también a estar presente en algún “Cuadro plástico”, que es costumbre celebrar en Garafía, y en los que hemos podido incluso verle, en concreto en la Fiesta de Nuestra Señora de la Luz, que se celebraba a inicios de Septiembre, como es costumbre en muchos municipios, pero que aquí se ha pasado a mediados de Agosto, por las mismas causas ya citadas, de la notable pérdida de población. Estos “cuadros plásticos” han llamado nuestra atención, por su singularidad y hasta podríamos decir que rareza, al menos más allá de este pueblo de Garafía y de la isla de La Palma. Son, en realidad, representaciones teatrales, que no actuaciones, pues los participantes se mantienen sin actuar, en una actitud estática, sin movimiento alguno, como si hubiesen recibido la indicación de un fotógrafo de hace muchos años, cuando se pedía a los retratados que no se movieran, pues el procedimiento de captación de la imagen, en las cámaras antiguas, exigía tal comportamiento de las personas, para que la imagen resultase buena.
            Hubo unos años en los que también echaba una mano en San Antonio, la tradicional fiesta, de tanta devoción en toda la comarca, y lugar de la principal feria de ganado de la isla de La Palma y también de las más importantes de Canarias. Recuerda de los años en los que el baile aún se hacía tras la Iglesia y de ayudar en el enrame de los kioscos, e incluso de atender en el kiosco del Ayuntamiento, con Abilio, el Alcalde. Sin embargo, Pedrito ha dejado de ir a San Antonio, y nos dice que debido a que la fiesta ha perdido lo típico, que antes era más artesanal, más típico, con más embellecimiento con fayas, sustituido ahora por telas, y que también antes iba más gente.
            Nuestro protagonista se llegó a implicar, incluso, en otra de las más arraigadas celebraciones de Garafía, la Cruz de la Centinela. Pedrito fue Mayordomo de estas fiestas durante trece años. Durante ese mandato y ese tiempo se hicieron los fogones y se amplió la pequeña plaza, que se alza en lo alto del promontorio de roca arenosa, en el que se encuentra también el nicho con la cruz, y desde el que se divisa una amplia franja de la costa norte de la isla de La Palma. Llegó incluso a nombrarse mayordomo a sí mismo, al no haber nadie que le sustituyera, y lo hacía por no dejar de realizar esta ancestral celebración. Sin embargo, nos asegura Pedrito que finalmente puso fin a su “cargo”, por los entresijos de la dichosa política.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.